Edward...
domingo, 30 de noviembre de 2008
Publicado por L.C en 11/30/2008 03:18:00 p. m. 0 comentarios
Hablando de trailers
viernes, 21 de noviembre de 2008
Ya que no me lo han cogido por no ser un fantrailer :(, lo dejo por aquí! Espero que os guste ;) L.C.
Publicado por L.C en 11/21/2008 09:10:00 p. m. 0 comentarios
Acabemos con la realeza
martes, 11 de noviembre de 2008
No quiero ser ni superprincess, ni loka, ni emo, ni reina de un mundo rosa...
No quiero tener una pandilla divina de la muerte y juntas tener millones de montajes photoshop (si eso de Nick Jonas) con nuestros motes extraños. Para así, proclamar nuestra entrañable amistad por todo lo alto. Tampoco es necesario el recordar cuantos meses llevo con el novio o dedicarle un fotolog.
No quiero autoretratarme con poses súper atractivas ni con mi preciosa camiseta nueva, con la cámara de mi móvil. No me apetece demostrar mediante fotos, textos o canciones de ECDL si soy lista, estoy muy buena, soy fea, estoy deprimida, me duele la uña del dedo gordo del pie o si soy más tonta que un zapato.
No quiero colgar la típica foto de la niña llorando y al lado la frasecita melancólica que dice que espera a su príncipe o que la vida es una mierda. Buenas excusas para remendar errores, o el hecho de ser un miserable...Porque todos somo buenas personas, ¿verdad?.
No quiero effear a to' Dios para tener 100 firmas diarias que dicen: tEq! WappAH eREss LoH + vONitoO X dIoSs SaNtOoH. Ni tampoco me apetece criticar a la niña de turno desde mi casa a través del ordenador.
[...]
Que cosas tan cutres se pueden ver en un simple espacio en la Red. ¿Para qué quiero ser princesa? Paso de demostrar...No critico a personas concretas sino a nuestro entorno, en general. Porque estamos viviendo en un ambiente APARENTE...
Todos somos iguales lo que cada uno tenemos distintas formas de llamar la atención
De Paola, robado por L.C. ^^
Te quiero pequeñina :)
Por cierto, recomendado : www.fotolog.com/onlyastory1. De mi Sabri!!
Publicado por L.C en 11/11/2008 02:02:00 p. m. 0 comentarios
Hysteria
sábado, 1 de noviembre de 2008
(Va a ser muy largo no es recomendable leerlo, pero quien lo haga que deje comentario por favor)
Gracias ^^
Los primeros rayos de la mañana comenzaban a pasar a través de la ventana.
Después de una noche de insomnio, al cual le gustaba atacar cuando le venía en gana, no me sentía cansada pero totalmente desganada. Hacía tres horas que el tocadiscos me acompañaba, en él la música sonaba diferente y de no ser porque llevándolo colgado del cuello se me curvaría la espalda juro que no usaría mi mp3 o mp4 realmente no estoy muy segura de lo que es. Mi tocadiscos lo encontré de muy pequeña en la calle junto a una colección de vinilos, conseguí arreglarlo y desde entonces hemos sido inseparables, por muchas veces que hayamos cambiado de ciudad.
Siempre moviéndonos, de un sitio para otro…
Gracias al trabajo de mis padres y sus negocios nos movíamos constantemente de ciudad en un ir y venir despreocupándonos de todo, ellos tenían más dinero del necesario pero siempre nos movíamos por más. Jamás me ha gustado el lujo, por eso creo que en cierto modo mis padres me repudian.
Realmente ellos son muy mayores, debieron de tenerme con cuarenta y tantos años, toda una hazaña ya que ellos según me dijeron creían que nunca podrían tener hijos. Pero claro, no hablan mucho sobre el tema de mi nacimiento y yo he optado por dejar de preguntar…
Bueno al caso, mis padres y yo somos como el agua y el aceite. Incompatibles.
Son mis padres al fin y al cabo, y por mucho que nos separe no puedo dejar de quererlos. Así que cada año o seis meses cambiamos de casa, de ambiente y hasta de país o continente. Así había aprendido gran cantidad de lenguas y centrado mucho en los estudios con tutores privados en mi casa.
He tenido mucha suerte de ser una persona a la que no le gusta relacionarse con los demás, sino supongo que la pérdida de amigos o personas de mi entorno hubiera sido demasiado. Pero a todo nos acostumbramos, además realmente no era mi problema así que tampoco me importaba.
Hubo un cambio de canción y el tocadiscos se enganchó en uno de mis vinilos favoritos, rompiendo el hilo de mis pensamientos; salté desde mi posición sentada al pie de la cama con tan mala suerte de caerme justo ante el tocadiscos, pero pudiendo detener el rayado de mi música favorita.
Cambié la aguja del tocadiscos por una nueva que llevaba siempre guardada y puse de nuevo la canción, comprobando antes que no había desperfectos en el vinilo. Era uno especialmente extraño, hecho de mezclas seguro que en la radio o algo así con música lo suficientemente rara como para encantarme.
Así que dejé Hotel California de fondo en versión concierto. La acústica de mi habitación era envolvente y parecía como tener las guitarras tocando a mí alrededor y como siempre hago mucho ruido, mi habitación siempre estaba levemente aislada para no dejar sordo a todo el que pasara por mi puerta.
Volví a mi posición inicial. Sentada con las piernas dobladas y agarrándolas con las manos. La cabeza apoyada en las rodillas y la espalda pegada a una de las patas de la cama. De forma que veía como el cielo se iba tiñendo de colores rojizos hasta que la luz se hacía visible. Mis ojos se acostumbran con bastante facilidad a la oscuridad, cosa que en las noches de insomnio ayuda a entretenerme.
Desde que tengo memoria sufro de un insomnio intermitente y cuando no es así de unas horribles pesadillas, tal vez haya dormido a gusto tres veces contadas en mi vida. Tampoco es algo influyente en mí, solo me ha dado siempre un tiempo de reflexión enorme y tal vez algo más del cansancio natural. Pero a medida que los años han pasado me he ido acostumbrando y ya es algo tan normal como respirar.
Dudo de que alguien en esta casa lo sepa, en todo caso Lorna.
Lorna era una de las personas más importantes para mí desde siempre, comenzó a cuidarme cuando yo tuve año y medio y mis padres ya no se podían hacer cargo de mí. Ella tenía 15 años cuando llegó a mi casa y desde entonces ha sido como una madre para mí. Ahora ella ya tiene a su propio pequeño, Cole. Él es mi hermano pequeño, y jamás a nadie se le ocurrirá ponerlo en duda. Tiene cuatro años y juro que es el ser más bonito que pueda existir, su padre era un cerdo redomado ¡Maldita sea como lo odio!
Cuando yo tenía aproximadamente once años, Lorna nos dejó porque encontró al amor de su vida en una de las ciudades por las que pasamos. Con él vivió un año, quedó embarazada y soporto durante cierto tiempo sus borracheras, despilfarro de dinero e incluso en alguna ocasión malos tratos. A mí, por carta siempre me decía que estaba estupendamente pero un día lo dejó esperando lo peor para ella y el niño que llevaba en su vientre y me mandó una triste carta de despedida. Pero no fue así, yo la busqué por mí misma. Mis padres no me echaron en falta y con dinero puedes hacer cualquier cosa.
La encontré a punto de dar a luz en un cubículo de apartamento en los barrios del sur de Philadelphia. Allí mismo con su ayuda conseguí ayudar a nacer al pequeño Cole. Poco después fuimos a un hospital donde los atendieron, diciendo un millón de veces que yo había salvado al bebé. No me gusta tampoco el reconocimiento, al fin y al cabo la que había sido salvada era yo. Había recuperado a una persona que quería muchísimo y me llevaba un nuevo y precioso ser a casa.
Volvimos y como si nada Lorna volvió a su puesto normal, mis padres no notaron nuestra ausencia pero si la aparición del nuevo “milagro de la vida”, pero eso me importó menos que poco. El pequeño y yo conectábamos de forma genial.
El era y es muy vivaz, se relaciona muy bien y es muy cariñoso y yo soy como todo lo contrario; un ser antisocial. Pero el era mi pequeñín y siempre lo iba a ser y me quería mucho más de lo que merezco. Lorna y el se parecen mucho tanto en lo personal como en lo físico. Ambos tienen la piel bronceada de una manera muy agradable y descatalogada totalmente, unos ojos marrones de color muy intenso y un pelo claro y ondulado. Cole tiene los ojos más brillantes a este lado del planeta, lo juro.
También nos han acompañado desde entonces en todos los cambios de casa, que no hogar, porque realmente no da tiempo ni a acostumbrarnos a la cama. Cole se adapta bien a los cambios y es un jovencito realmente inteligente. Ambos hacen amigos en todo sitio por el que pasamos y lo dejan sin pena, haciendo amigos hasta en el viaje de cambio de ciudad.
Este parecía ser el último viaje o al menos para una larga temporada.
Hace un mes cenando con mis padres en el salón junto con algunos de sus amigos anunciaban nuestra marcha (enterarme a la vez que sus amigos era algo natural, sabían que no iba a rechistar) y que se quedarían allí donde buscaban establecer su imperio en los negocios situando la sede de sus dos empresas allí. Eso significaba como mínimo 4 años. Y como máximo tal vez, para siempre.
Lorna también había tenido que ver ya que soltó un comentario en esa misma cena mientras nos servía, (como odiaba que la obligaran a eso) el cual fue:
-Los señores son muy gentiles con la señorita y esperarán a que finalice la carrera.
Era tremendamente astuta y por tanto mis padres tuvieron que aceptar. ¡Puaj!, señorita… Jamás he sido una señorita.
Pero eso también implicaba unos últimos años de instituto y universidad con gente, me interesaba el tema y me aterraba a la vez. Pero si todo eso significaba estabilidad para Cole tragaría de buena gana. Lo quería mucho.
La ciudad era el primer punto a superar. El sol no me gustaba demasiado, yo sentía predilección por la lluvia y un tiempo intermedio, para chaqueta y pantalones largos. Las playas me eran algo repulsivo, la arena, el sol… la gente en grupos masivos tostándose al sol… ¡Puaj! Mi piel además era de un blanco extremado y se podría quemar con facilidad en un sitio así y realmente sentir como te arde la piel hasta con el contacto con la ropa y asarme como un pollo en todas las épocas del año es algo… incomprensiblemente horrible para mi mente.
No sabía nada de esa ciudad a la que poníamos dirección, ni siquiera era capaz de situarla en un mapa aunque fuera un as en la geografía. Estaba perdida del mundo, realmente era una idea que me agradaba. Como una isla desierta perdida en medio del mar, una casa en la cima más alta de una montaña, una cueva en una playa inaccesible. Lugares de esos que solo existen en los sueños, o al menos en los pocos buenos que yo he tenido.
Siempre me han dicho que debí de haber nacido en otra época, en la edad media por ejemplo, cuando aún se pensaba que la tierra era plana y que las criaturas mágicas poblaban el mundo. La información acabó con la magia. Y ya solo nos quedan las cosas materiales.
Cada vez era más de día, cada vez quedaba menos para irnos y despejar mis dudas sobre mi nuevo domicilio. Me preguntaba millones de veces que si al vivir en una ciudad haciendo vida normal durante unos años, estudiando con más gente de mi edad, saliendo a la calle, tal vez haciendo amigos si me volvería como esos seres que aparecen en las series de instituto. Presumida, estúpida, marginada, mala, tonta… había tantísimos roles y la verdad el que más me iba era el de marginada y no me desagradaba. Tampoco esperaba encajar, sin contar que soy como el eslabón perdido, alejado de la sociedad y que trataría de adaptarse ahora.
En fin siempre podía volver a los tutores o aislarme en mi mundo personal e insustituible.
Me había vestido horas antes y hecho las maletas de madrugada así que cuando la casa despertase por completo yo ya estaría lista. Me había vestido cómoda para irnos, con unos pantalones de tela imitando los de un chándal, una sudadera grande azul oscura con cremallera y una camiseta de manga corta normal. Me había recogido la maraña de nudos que tengo por pelo en una coleta para ir más cómoda y me había calzado las zapatillas desgastadas, mis favoritas, desde las cinco de la mañana.
Había hecho también la maleta, realmente tenía pocas pertenencias y usaba un macuto y una mochila solamente. Sin contar con mi tocadiscos que va a parte.
El neceser estaba aún descansando sobre la mesa, ya que tenía que lavarme aun los dientes, pero terminé por dejar solo el cepillo y la pasta fuera y dejarlos en la casa y así no andarme con pequeñas molestias.
Mis padres se fueron en jet privado la semana anterior para ir firmando los tratos y que tampoco estarían en la nueva casa cuando llegáramos, no era nada inusual para mí ya. Eran como unos visitantes, por eso apenas notaban el cambio de ciudad, pero comenzaban a ser muy mayores.
Partiríamos como hemos hecho otras veces en un transporte privado hasta la estación de la ciudad próxima y viajaríamos en tren. Yo consideraba al viaje privado como un lujo innecesario y el tren me gustaba además un traslado a finales de abril y entre semana no iría lleno ni nada por el estilo.
Esto no afectaba nada a mi curso ni al de Cole, yo le daba clases a él junto con nuestros tutores y además yo iba un par de cursos adelantada y se decidió que mis vacaciones empezaran antes. Cole seguiría teniendo deberes pero yo le prometí portarme bien con él y dejarle mucho tiempo libre. Ya que ambos empezaríamos el próximo curso en un instituto y colegio “normales”, el parecía totalmente tranquilo e entusiasmado por hacer nuevos amigos pero también notó que a mí no me agradaba demasiado la idea solo me era interesante.
El tiempo pasaba muy lentamente, demasiado y eso que había estado horas y horas. Que concepto tan… voluble. El tiempo.
Empezaba a notar hormigueos en las piernas y tuve que incorporarme, pero de nuevo me volví a caer. No sabía cuánto tiempo (volvemos con el dichoso concepto) había estado sentada reflexionando. Así que me incorporé del todo y decidí dar paseos en círculos por mi cuarto hasta que mis piernas despertasen. Para entonces la música había cambiado y sonaba una pieza clásica de un autor desconocido muy hermosa y enigmática a la vez, se salía de las normales, como si tuviera un sentido oculto. Demasiado complicado como para que mi mente pudiera descubrir que era. Un constante desafío.
Cedí con disgusto a sentarme en la silla y encender el portátil navegando por millones de páginas estúpidas, cerrando muchas ventanas que anuncian pornografía, anuncios de casinos hasta hartarme… Abrí el buscador y puse el nombre de la “ciudad misteriosa” como Cole y yo habíamos bautizado a nuestro destino.
No aparecía nada que nos sirviera, tampoco una ubicación en un mapa. Solo un par de nombres extraños que no me llamaron especialmente la atención y páginas de muchachos que colgaban fotos de ellos posando en el baño y por la calle, hasta en las señales de tráfico. Me niego a entrar en lugares como esos normalmente, pero no tenía nada más que hacer.
Nada más clicar sobre la dirección me arrepentí, tras leer el primer texto tuve una leve conmoción cerebral así que dejé de leerlos y pasé a ver las fotos para identificar los lugares de la ciudad.
Pasé a las fotos que parecían estar en lugares abiertos, al verlas me pude hacer una idea de cómo sería mi instituto o alguno de la ciudad o simplemente como era uno, cosa que no sabía. Después vi tiendas como para parar un tren, el blog pertenecía a un grupo de chicas de estas que son populares y animadoras que no han tenido un grano en su vida y por las que se muere cualquier chico. En fin eso al caso es lo que parecía y las apariencias a veces engañan.
Vi un par de parques, farolas, fuentes… Pero me colapso una foto en un bosque que parecía circundar la ciudad y me encantó esa imagen, pero poco después un flash atacó a mi cabeza rememorando una de mis pesadillas en ese lugar de la foto en concreto. Quedé en un shock mirando fijamente la pantalla del ordenador donde salían un par de chicas sonrientes agarradas a una farola en una especie de entrada a ese bosque.
Paralizada no podía dejar de mirar la foto así que traté de usar un pensamiento lógico que justificara tal coincidencia. Lo primero podría ser que yo no hubiera soñado nada de eso y que tal vez se pareciera a una imagen que ya había visto en una película o algo así, no había motivo que justificase mi miedo. O tal vez en mi pesadilla salía un sitio parecido y mi memoria de imágenes y la de ideas se habían equivocado al relacionarlas…
Podría ser cualquier cosa así que decidí cerrar la ventana y calmarme, alimentándome con mi lógica aplastante, pero no era suficiente.
Lo mejor para olvidarme de las cosas era mantenerme inmersa en el mundo de fantasía que me proporcionaban mis libros, así que cogí mi ejemplar de Hamlet de Shakespeare por donde lo había dejado la última vez. Como aún no había luz suficiente encendí un flexo doblándolo para que diera luz bajo mi escritorio y me metí debajo de él. Así no se vería luz en el pasillo.
Conseguí meterme en la trama en nada y leía página tras página a una velocidad vertiginosa ya que no era la primera vez que leía a Hamlet. Cuando ya me llegaba por la página 103 aproximadamente ya había olvidado mis preocupaciones sobre mis pesadillas hasta que el sonido de un nuevo correo recibido me sacó de mi estado absorto haciendo que de la sorpresa me golpeara contra la mesa del escritorio.
Me froté la cabeza y dejé caer el libro sobre mis piernas. Apagué el flexo y salí de allí depositando antes el libro en el suelo con cuidado. Me senté en la silla aun frotando la zona dolorida de la cabeza con la mano izquierda y moviendo el ratón con la mano izquierda a duras penas trazando círculos por fuera de la alfombrilla para quitar el protector de pantalla. En la ventana del correo que salía debajo de la del buscador brillaba parpadeando. Pasé varias veces el ratón por encima hasta llegar a la zona deseada abriendo a pantalla completa la bandeja de entrada.
Un correo desconocido en color ámbar firmado con el nombre de Agatha y en dirección desconocida, figuraba en primer lugar. No tenía yo la cabeza como para muchas preguntas así que la abrí sin más dilación, claramente fallando un par de veces clicando por error en la propaganda de citas por internet y cerrándolas también con dificultad. Mi mano izquierda no estaba obedeciendo como debía así que intercambie funciones, frotando la zona, cuyo dolor se había rebajado paulatinamente y ahora solo latía dando de vez en cuando incómodos pinchazos, con la mano izquierda y usando la diestra para el ratón.
Ahora me movía más hábilmente y por fin, baje la visión de la pantalla hasta comenzar a leer las letras.
Solo figuraba a nombre de una tal Agatha. Repasé mentalmente tías, abuelas, familiares de género masculino y descarte un menos de una fracción de segundo que no tenía ninguno ni conocía a ningún familiar. Luego a amigas de mi madre, nada, ninguna Agatha y descarte varias opciones sin siquiera leer el correo.
No tenía una gran lista de opciones realmente, había pocas personas reales a mí alrededor. Y que me mandaran correos menos. Así que lo descarte todo leyendo.
El correo era breve y bastante incomprensible hablando en líneas generales. Decía así:
Querida mía,
Estoy deseando ver qué idea tu mente para ellos. Seguro que algo interesante. Terriblemente interesante.
Mis felicitaciones adelantadas,
Afectuosamente: Agatha Kebbler.
Me dejó completamente perpleja.
La dirección no figuraba en el correo y la fuente de escritura no me sonaba para nada, parecía como si se hubiera escrito con pluma y de una caligrafía excelente sobre la misma pantalla. La idea me hizo sentir mareada y un nuevo pinchazo en lo alto de mi cabeza me volvió a la realidad de golpe. Decididamente si las cosas seguían por esta vía me iba a volver rematadamente loca.
Volví a mirar la dirección por si acaso me estaba volviendo rematadamente loca y había perdido hasta la vista. Pero seguía apareciendo en blanco.
La aparté de mi vista cerrando todo y apagando el ordenador, suponiendo que al no poner nombre no iría dirigido a mí, la dirección no aparecía por un fallo informático y que evidentemente esa era la verdad.
Agatha Kebbler…
¿Qué tiene mi mente ideado para ellos? ¿Qué ellos? ¿Terriblemente interesante? ¿Yo? Decididamente ese correo no era para mí.
Apoyé los pies sobre el asiento pegando mucho las piernas dobladas a mi cuerpo agarrándolas con una mano y con la otra aún frotando la zona que ya estaba casi calmada por completo.
Dejé resbalarse una pierna apoyándose sobre la mesa, soy un total eslabón perdido, hasta ponerme cómoda y dejé vagar las teorías por mi cabeza. Libremente y sin control, dejando que la magia volviera a este mundo y que la tierra volviera a ser plana, entonces recordé a Hamlet y Ofelia.
Mi lectura de Hamlet que estaba a medias reflejaba en gran parte la locura de los protagonistas, que ven fantasmas donde no los hay aunque hipotéticamente si los haya. Finalmente decidí dejar a Hamlet y Ofelia, como expertos que son en la materia, que fueran ellos los locos y yo simplemente visionar toda la acción desde la comodidad de mi cuarto.
Metí la parte superior de mi cuerpo debajo de la mesa para recuperar mi libro, ahora había más luz y aunque me costó encontrar su posición sin la luz del flexo finalmente lo conseguí. Ya lo tenía en mis manos cuando sonó el despertador que había puesto a las siete y media, hora acordada para bajar a desayunar y así salir pronto y llegar bien. Me sobresalte tanto que de nuevo me golpee contra la mesa. ¡Maldito despertador!
El libro se me volvió a caer al agarrarme la cabeza con las manos y me olvidé por completo de él y me preocupé por sacar rápidamente la cabeza de mi mesa convertida ahora en un arma mortal para mi cabeza.
Quedé sentada entre la silla y el escritorio con las manos sobre la cabeza y gesto de extrañeza como cuando los niños pequeños se caen al intentar andar, salí de mi estado de doloroso despiste y me abalancé sobre el despertador que pitaba condenadamente fuerte y cada vez más alto.
Lo cogí y traté de apagarlo pero no pude así que lo tiré contra la pared más alejada impactando contra ella y callándose por fin.
-¡Condenado trasto! Además ha tocado media hora antes. –no me contuve y grité, en momentos como este me alegro de tener el cuarto insonorizado.
Me dejé caer sobre la cama mientras me frotaba la cabeza y suavizaba mi enfado. Desvié la vista segundos después y vi el calendario de la pared y el despertador clavado en él como un dardo en una diana. ¡Guau, debo de ser muy fuerte para hacer eso!
Me levanté curiosa olvidándome del segundo golpe contra mi escritorio y avancé saltando las maletas, olvidándome de lo patosa que había estado esa noche, hasta llegar frente al calendario. Yo necesitaba un calendario siempre, ya que me pasaba muy a menudo que perdía la noción del tiempo y la fecha en la que estábamos.
Pegué la cabeza en la pared, de forma perpendicular a la misma; es decir, con una oreja pegada a la misma. Pude apreciar que se había encajado a la pared como si la misma fuera de corcho. ¡Demasiadas cosas raras para una noche! (no sé si esta frase la susurré o solo la pensé)
Agarré el despertador por la parte de fuera y tiré con todas mis ganas para ver si lograba sacarlo, pero nada. Tiré una y otra vez, sin resultado de nuevo. Me enfadé de forma inusual e injustificada y solté una larga lista de improperios a mi despertador hasta que simplemente farfullaba y con una sola mano lo saqué sin esfuerzo, o eso me pareció.
-¡Y a partir de ahora pórtate bien! -¿qué hacía diciéndole eso a un despertador?
El cabreo tornó de nuevo al desconcierto cuando vi en que mes se había marcado, enero. Mi cumpleaños, pero para eso quedaba casi un año, ¿por qué tenía yo puesto ese mes en concreto si siempre lo arranco antes de que pase? Odio realmente mi cumpleaños porque tenía puesta esa maldita hoja.
Mi cara estaba desconcertada y mis brazos se movían de un lado para el otro, estaba muy alterada. De pronto lo comprendí.
Dejé caer los brazos contra mi cuerpo clavándome el despertador en la pierna y la cara se me descompuso. “Mis felicitaciones adelantadas.” Un flashback me había mostrado de nuevo el correo donde aparecía esa frase escrita casi en su final. Con movimientos rápidos llegué hasta el ordenador, abrí rápidamente el correo sin cometer ningún error y pude ver en la pantalla con esa caligrafía perfecta escrito “Mis felicitaciones adelantadas.”
Dejé caer el despertador y me tapé la boca con ambas manos para retener el gesto de sorpresa. Mi mente no estaba para teorías ahora mismo, ni para discutir nada. Estaba abrumada, como por efecto de algún inhibidor; alcohol en gran cantidad por ejemplo.
Al poco rato Cole irrumpió en mi habitación deseándome los buenos días y acercándose a mí corriendo. Sabía que preguntaría por el correo y yo no tenía respuesta, rompí con mi parálisis y apagué el portátil con un par de comandos que conocía y a él no le dio tiempo a ver nada.
Cuando me giré hacia él, me miro extrañado y después miró hacia atrás donde estaba el portátil. Cambié la cara y entonces el volvió a sonreír con esos pequeños labios y sus ojillos inquisitivos se volvieron brillantes y alegres, de nuevo a su posición natural. Sentí un tremendo alivio.
-Venga Evey, tenemos que desayunar o llegaremos tarde. Y yo no quiero llegar tarde –dicho esto me cogió con su manita e hizo intentos por tirar de mi. Cuando comenzaba a desesperarse y a hacer más fuerza para moverme fingí que me llevaba y no podía resistirme. Entonces volvió a sonreír.
Salimos al pasillo donde corría una agradable brisilla, Lorna había abierto las ventanas para ventilar la casa. Eso me aclaró las ideas dejando futuras y extrañas cavilaciones para un futuro y centrándome en el presente.
Me agaché hasta llegar a la altura de Cole.
-¿Qué tal has dormido pequeñajo? –Dije guiñándole un ojo- ¿Le has dado hoy la lata a mami para ver “casos extraños y paranormales” otra vez?
-¡No! –Sonó un no disgustado, pero volvió a sacarme la lengua- Es un programa guay, además seguro que he dormido mejor que tú y señalo la zona de mi cara donde seguro que se marcaban levemente mis ojeras. Solo él sabía cuando las tenía y cuando no.
-¿Tengo ojeras?
-Sí, yo las veo.
-Siempre lo haces monstruito. –Cogí a Cole entre mis brazos mientras le hacía cosquillas en la barriga y el pedía clemencia entre risas. Aproveché para bajar las escaleras con el revolviéndose y riendo.
-Déjame, que me haces cosquillas.
-Jamás. Je, je. –Lorna reía también divertida en la cocina cuando entrabamos y entonces le susurré a Cole al oído.
-¿Se lo hacemos ahora a mamá?
-¡Sí! -La idea le pareció muy divertida y un brillo juguetón pasó volando por sus ojos. Cuando lo dejé en el suelo y nos aproximábamos a Lorna fingíamos una conversación normal.
-Buenos días ¿Qué hay de desayuno?
-Eso chicos es una sorpresa. –respondió agudamente Lorna ante mi pregunta.
-Mami, yo…
-Jovencitos ni se os ocurra tratar de hacerme cosquillas que yo lo sé todo – y entonces nos cogió a los dos y comenzó a vengarse con la misma arma con la que queríamos atacarla.
-No vale, no vale mamá. Ji, ji. Tú eres más grande.
Al rato paramos los tres riéndonos y un poco cansados, para entonces nos sentábamos y Cole devoraba las tostadas con ferocidad, Lorna bebía su café vigilando que Cole no se tirara la leche encima y yo ya había desviado el ritmo de mis pensamientos y mi mirada a la ventana.
El correo, el despertador, el calendario… Demasiadas coincidencias. Volví a barajar todas las opciones pero cosas dentro del mismo texto ni tenían sentido ni relación entre ellas. Sabía que me tiraría días devanándome los sesos sin sacar nada en limpio así que al menos no llamaría la atención de los demás. Tarde…
-Eve… ¡Eve!.. ¡Evelyn, contextame!- me giré hacia Lorna y hacia la mesa para ver qué pasaba. -¿Estás bien?
-Sí. –contesté inmediatamente como fingiendo que solo me había quedado absorta mirando por la ventana.
Pude notar en ese momento la mirada de reproche de Cole que sabía que algo me pasaba y que esa noche no había dormido pero no dijo nada a su madre. Me conocía como nadie y sabía que no me habría gustado así que le sonreí y moví los labios escribiendo la palabra gracias cuando su madre no nos miraba y él volvió a sonreír tan feliz como antes.
-Pronto nos iremos así que vamos a bajar las maletas. ¿Vale chicos?- mientras decía esto el pequeño ya había saltado de la mesa y subió corriendo- ¿Cole?, ¡qué desastre de muchacho, vamos Eve!
-¡Se llama Evey! –gritó Cole desde las escaleras. Cada uno me llamaba de una manera y para Cole era un gran tema de discusión. Para él yo era Evey y Eve era una total y completa desconocida y siempre reprendía a su madre pero a ella le pasaba lo mismo.
Subió detrás de él diciendo que iba a atraparle y cuando yo salí detrás de ellos pude ver que entre los dos habían bajado las maletas muy rápido y ya estaban preparados, incluso mis cosas me esperaban en el rellano.
-¡Vamos! ¡Nos vamos ya! ¡Date prisa, jo!- replicó el pequeñajo.
-Aún me tengo que lavar los dientes. No tardo nada. –Entonces Lorna me acercó mi cepillo y la pasta y señaló a Cole la misma dirección que yo indicándole que se tenía que lavar los dientes.
Le adelante porque debió de poner morros durante un rato y ya llegó cuando yo me los estaba frotando. Empezó a regañadientes subiéndose en una banqueta para poder verse en el espejo. Acabamos y tiramos los cepillos y pastas a la basura. Le ofrecí llevarlo a hombros, pero se negó diciendo “que eran los hombres quienes llevan a las señoritas y no al revés, y que él ya era un hombre muy grande” Salió por delante de mí como con gesto de ofendido y me reí entre dientes sin hacer ruido, al salir por la puerta se tiró contra mis brazos.
-¿No eras un hombre grande? ¿Yo no llevo hombres grandes?
-Ni yo soy amigo de señoritas, todas son tontas.
-Buena respuesta –me lo pasé a la espalda y lo llevé corriendo hasta las maletas bajándolo después viendo su gesto de felicidad me sentí bien.
Nos cargamos la mochila a la espalda y metimos las maletas y mi tocadiscos con cuidado en los coches de servicio privado que nos llevaría hasta la estación de Maintuck, un viejo pueblecito a 120 kilómetros de nuestra posición actual. Y llevaría las maletas hasta nuestra futura residencia para encontrar nuestras pertenencias.
Un hombre muy simpático llamado Bill amenizó el viaje a Lorna y Cole con una charla entretenida de leyendas de la zona y que él viviría un tiempo con nosotros. No pude enterarme mucho de la conversación ya que el coche era muy largo, casi como una limusina y Bill estaba conduciendo, Lorna y Cole en la segunda fila de asientos y yo en la tercera. De vez en cuando Cole saltaba de una a otra y eso divertía a Bill, que reía con una risa muy grave y fuerte.
Mi mente vagaba sobre mis teorías fijándome en los arboles del camino que pasábamos montados en el coche y trataba de concentrar mi mente en la conversación de Bill de la cual oí:
-Circulan muchas leyendas sobre la ciudad, yo mismo me crié allí... […] Hijo, los hombres lobo y los piratas son muy normales allí. […] El tiempo es criminal, yo creo que es que Dios está enfadado por las criaturas que allí viven y nos castiga […] Hadas no sé, pero yo vi un gnomo Je, je.
Poco más pude oír, realmente la conversación no tenía ninguna lógica. Así que encendí el reproductor de música y me concentre en las notas que sonaban, pero solo con un casco para poder escuchar si hablaban conmigo por el otro oído.
El trayecto se hizo ameno, la combinación de la voz de Bill que era rasgada como la de un cantante de soul, la vocecilla de Cole interesado por la conversación y la risa dulce de Lorna eran muy amenas combinadas con el ritmo de mi música elegida para ese viaje.
Ya más relajada decidí darle alas a todo lo que pensaba y que no había motivo para pensar en ello. Conté arboles, miré nubes buscando formas o simplemente me dejé envolver por la música y las voces de los demás y el ronroneo del coche hicieron lo demás. Para mi sorpresa empezó a llover levemente y el tiempo se refrescó un poco más, combinando también el ruido de la lluvia con todo lo anterior. Totalmente relajante. Irresistible para mí.
Cerré los ojos, envuelta por aquella fantasía ruidosa y agradable que se había formado.
El coche paró y entonces Bill anunció que ya habíamos llegado. Lorna y Cole salieron antes pasando por el cristal de Bill para despedirse y después lo hice yo.
Ellos ya estaban subiendo a la estación y lejos de mí y Bill. Me acerqué a su ventana con la mochila puesta y dejando que la lluvia mojara dulcemente mi cabeza. Me incorporé y forcé una sonrisa amable como muestra de cortesía.
-Nos vemos Bill, un placer conocerlo y gracias el viaje hasta aquí ha sido innecesario.
-Igualmente un placer pero… -su cara se volvió seria y descompuse mi sonrisa quedándome con el rostro tenso y relajado a la vez, sin emoción alguna esperando el final de la frase. –simplemente no se quede sola, es tan parecida… Solo tenga cuidado. Y bienvenida a casa.
Ante mis ojos aceleró rápidamente perdiéndose en una de las curvas de la carretera y dejándome con la posición aún incorporada y la cara descompuesta.
Miré al camino que el coche Bill había tomado, se perdía en una zona boscosa con las nubes púrpuras y un anuncio claro de tormenta. Me giré vuelta a la estación, suspiré y devolví la máscara de cordura a mi rostro para ver a Lorna y a Cole.
Eché una última mirada al lugar de los acontecimientos y seguí mi camino hacia las escaleras de la estación antigua de Maintuck.
"Hay más cosas en el cielo y en la tierra, que todas las que pueda soñar tu filosofía"
Hamlet.
Un regalito por haberlo leído o simplemente por pasar por aquí: (estoy enganchadisima y lo admito)
Publicado por L.C en 11/01/2008 04:36:00 a. m. 0 comentarios
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