NM
lunes, 29 de diciembre de 2008
Publicado por L.C en 12/29/2008 04:30:00 p. m. 1 comentarios
Los días de púrpura y celeste
jueves, 25 de diciembre de 2008
Entrada sustraída de:
http://www.elbombardeocosmico.blogspot.com/
"Los días de púrpura y celeste" - Descarga gratuita
Publicado por Ángel Codón Ramos en 20:26 30
nov
Mientras ultimo los detalles para la próxima publicación de mi próxima novela (si no hay problemas, y debo cruzar los dedos, para el primer trimestre del año que viene espero poder publicar con una editorial de Albacete), he decidido publicarla en BUBOK, dejando la descarga GRATUITA habitual, mientras pueda permitírmelo por lo menos, ya que no sé si la editorial me pedirá restringir las descargas gratuitas. Podéis encontrarla en esta dirección:
http://www.bubok.com/libros/5158/los-dias-de-purpura-y-celeste
Además, os pongo uno de los pasajes del libro, para que os hagáis una idea de esta novela corta:
Absurda primavera de ciudad. Como la navidad del hemisferio sur, que resulta incoherente entre tarjetas y nieve industrial, rodeada de bikinis y sudor de sofá. Se escucha piar a algún pájaro, pero no consigues localizarlo en el mosaico gris. Primavera acromática de zona verde, treinta metros cuadrados de césped sin árboles. Me falta algo. Soy un urbanita convencido, eso sin duda, pero últimamente necesito un verde escarchado que me inunde, que me empape… Aunque deteste el campo, quiero dejarme caer entre la hierba virgen, quiero observar la flora y la fauna. Quiero ver como comen los ciervos, como si fuera estúpido o estuviera enamorado…
Melancolía de anuncio de compresas. Sensación de impotencia visceral. Sin tormentas ni distracciones, pero completa, embriagadora y absoluta… Debo estar volviéndome ñoño, tanto como el suspiro de una mariposa. El clima es tan agradable que resulta excesivo, pero afortunadamente, de vez en cuando una brisa destemplada me circunda primero, para traspasarme después.
Sentado en un banco de la calle, como los viejos, como los mendigos. Viendo venir los minutos, e irse las horas. Parado, suspendido en ámbar. Todo se permuta para quedar en el mismo sitio, pero lo hace muy rápido, creando una sensación de movimiento que me emborracha de momentos y puntos cardinales.
No es el momento ni la situación, sino la suma de todos los factores. Se genera una ecuación irresoluble que aterroriza a los eruditos. Pesadillas de Fermat, que tras disfrazarse de ráfagas aéreas, sobrevuelan las aceras buscando incautos peatones, transeúntes despreocupados que creen en la vida más allá de la muerte de las ocho de la mañana, al otro lado de los despertadores, que anclados a sus diales, vociferan entre ondas hertzianas y estridentes sirenas de petroleros semihundidos.
Hoy nada parece tener sentido. Todo es demasiado perfecto, demasiado genérico… Todo huele a plástico y a cadena de montaje. Respiro la sensación del sueño lúcido bajando mis revoluciones al mínimo.
Inquietante primavera traslúcida. Pesadilla de escritor ruso envuelto en nubes de alcohol con algodón en los oídos. Nitidez que se emborrona a las siete de la tarde. De alguna forma, siento la necesidad de escapar de esta quimera surrealista que no es sueño ni pesadilla. Esta feliz y luminosa primavera parece una pintura negra de Goya. Hoy todo duele más, porque todo se observa, nada permanece oculto. La luz lo inunda todo, negando las tiniebla redentoras de los que dan la vuelta a los espejos. Ni siquiera la noche me alimenta, ahora es cálida, carmesí y perfumada. Quiero volver a destruirme poco a poco, porque sé que ella está allí, a otro lado de los muros, tras una ventana que navega a la deriva, siempre naufragando en puertos extraños. No sé si la amo, si la quiero, pero tengo la certeza de necesitarla, más que al aire… Más bien debería decir que tengo la necesidad de necesitarla. De sentirla lejana, al otro lado de una puerta. Puedo vivir sin ella, no soy un necio, pero me aburro. En este mundo en el que todos los días son lunes -y los que no son lunes, son domingos-, los relojes se dilatan como en una pintura de Dalí, manchándote las yemas de los dedos y llenando de lodo el suelo. El otro día la vi. Iba con otro tipo. Me gustó verla, porque me dolió. Nos saludamos cortésmente, con sincero cariño y una absoluta y fría lejanía. El chico se llamaba Marcos, creo, y parecía simpático. Formaban una pareja de película romántica. Y yo odiaba esas aberraciones del cine. Horas después, solo en casa, me senté en la oscuridad de mi salón y vacié un par de botellas hasta que se me nubló la mente. Un par de horas después, me levanté con dificultad y caminé hacia la ventana. La ciudad permanecía en estado latente con un silencio nervioso. En aquel momento, el llanto de un niño volvió a romper la noche y ya no me sentí solo. Un niño lloró, un perro ladró, y yo caí al suelo borracho como una cuba y con una incoherente suma de felicidad y tristeza, navegando por el mar de ginebra que se extendía entre mi cabeza y mi estómago.
Flashes de imágenes abarrotan mi cabeza. Epilepsia de silencios y luces que generan el huracán, el vórtice siniestro en el que convergen las dos de la mañana, el olor de la inocencia y el asesinato de Kennedy. Imágenes en movimiento que parecen estáticas, grises y apagadas, y que sin embargo explotan en fogonazos blancos que amotinan mis retinas. Como un bucle humano, como un fantasma atrapado en el tiempo, como una rutina condenada a repetirse eternamente para todos los que hacemos alguna comida al día.
Espero que os guste...
L.C. (pasaos por allí anda)
Publicado por L.C en 12/25/2008 05:34:00 a. m. 1 comentarios
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